¡Se acabó el colegio!
Por fin terminó. Me siento aliviada, feliz y satisfecha.
En octubre, no sabía qué esperar, y algunas cosas fueron difíciles, pero también hubo muchas sorpresas agradables.
El trayecto a la escuela fue de 10 minutos en bicicleta, fácil y seguro. Las instalaciones del colegio eran luminosas, coloridas, espaciosas y estaban en buenas condiciones. El profesorado, el alumnado y el personal también eran buenas personas, y fue un placer trabajar con ellas y ellos.
Pero enseñar a esos niños, respectando la regla de solo inglés, fue difícil, y casi nunca me sentí en mi mejor momento. Sin embargo, aprendí mucho y algunos días nos fueron bien.

Mi mayor desafío fue cómo gestionar los problemas de comportamiento y adaptar las actividades a la energía y nivel de concentración de los niños y las niñas.
Mi táctica habitual consistía en reunir al grupo en círculo para hacer un ejercicio de atención plena. Yo no lo llamaba así, y el inglés siempre estaba presente, así que parecía una actividad de enseñanza. Pero también tuvo el efecto de cambiar la dinámica del grupo y concentrarnos para que pudiéramos volver al trabajo.
El entrenamiento de payasos y las prácticas de observación del grupo también fueron útiles. Como si actuara para un público, mi atención casi siempre se dividía entre un estudiante, mientras mantenía la vista y los sentidos atentos a lo que sucedía a mi alrededor con las demás.
Algo que me llamó la atención de la experiencia fue el poder de una o dos personas para perturbar el ambiente y dificultar las cosas para todos. En el aula como en el mundo real.
Constantemente, los mismos chicos gritaban, se peleaban, se escondían o se tiraban al suelo, hacían algo que afectaba la capacidad de las demás para concentrarnos en el objetivo de la clase.
Y agresiones micromachistas. Dibujando penes en la pizarra. Comentarios homofóbicos, humillando a las chicas por su físico. Son solo niños, no saben realmente lo que dicen, pero sus palabras tienen sentimientos y actitudes universales que sí, se entiende.

El aula es un reflejo de nuestro mundo, donde la mayoría de la gente solo quiere seguir con su vida en paz, pero otros dos o tres quieren pelear, o hacer la guerra, o intimidar y amenazar.
No me arrepiento de la experiencia. Conocí gente encantadora y aprendí mucho.
Bueno, eso parece que estoy volviendo al principio. Así que déjame decir: creo que este tema está zanjado y me alegro de que haya terminado. Disfruta del verano.